El derrumbe de Villa Urquiza me genera dos interrogantes generales muy separados el uno del otro.
En primer lugar, las responsabilidades. Más allá de que en cuanto a imagen el hecho de que haya 600 denuncias sin revisar, entre otros errores, le hace flaco favor a Macri, esto no es responsabilidad de él. En todo caso, será tema de los organismos que deben controlar. El Jefe de Gobierno no puede ir oficina por oficina a ver quién hace y quién no su laburo. Eso sería, de hecho, hacer mal su laburo. Aquí hay mucha tela por cortar. Pero básicamente es eso.
En segundo lugar, la locura constructiva. Los vecinos de Villa Urquiza, al igual que los de Caballito, por ejemplo, se vienen movilizando porque el boom de la construcción no incluyó planificación urbana que permitiera que los edificios no se caigan, las cloacas no revienten, etc. Al respecto, en el Conurbano Sur la situación es similar, y muchos partidos (Lomas de Zamora es uno) tienen las napas freáticas tan cerca de la superficie que... bueno, imaginen lo que surge cuando llueve (pista: no son flores).
Estas dos cuestiones se cruzan aquí: tanto el derrumbe como la situación infraestructural tienen como raíz el fervoroso deseo de las empresas constructoras de aprovechar circunstancias favorables para hacer cuantos edificios se pueda, a la máxima velocidad posible. Esto si es responsabilidad de los gobernantes de las ciudades (y nacionales, claro). Digo, si va a estar bueno Buenos Aires, es porque la planificación de la ciudad será más que poner semáforos y bicisendas. Controlar que los intereses privados no afecten el bien público SI es parte de su trabajo, y una parte fundamental, y muy retrasada.
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