viernes, 8 de marzo de 2013

Mujeres.

En 1977 la ONU definió el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.  El camino recorrido hasta allí es bastante largo. Y el que queda por recorrer es, nos atrevemos a decir, enorme también.

El 28 de febrero de 1909 se celebró en Estados Unidos el Día de las Mujeres Socialistas (en esa epoca Estados Unidos era un lugar muy diferente...). En agosto de 1910 la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague, ratificó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora a celebrarse el 8 de marzo siguiente. Todo esto, entre pedidos de sufragio universal, de acceso a cargos públicos y otras reivindicaciones.

El 25 de marzo de 1911, más de 140 jóvenes trabajadoras, la mayoría inmigrantes italianas y judías, murieron en el trágico incendio de la fábrica Triangle en la ciudad de Nueva York. Este suceso tuvo grandes repercusiones en la legislación laboral de los Estados Unidos,y en las celebraciones posteriores del Día Internacional de la Mujer se hizo referencia a las condiciones laborales que condujeron al desastre.

En 1917, en Rusia, tras la abdicación del Zar Nicolás, el gobierno provisional concedió el derecho a voto a las mujeres. Esto, de acuerdo al calendario gregoriano, fue el 8 de marzo.

Hoy, 96 años después de esa fecha y más de un siglo luego del incendio en la Triangle, la ONU nos cuenta algunas cositas de la situación actual de las mujeres. Evidentemente, nos falta.


No nos vamos a poner en ese lugar de "no le compre chocolates a su novia, consígale una hoz y un martillo". Para nada. Compre. Regale. Festeje. Haga, una vez al año, un esfuerzo extra, si usted quiere. O hágalo más adelante. O mejor aún, hágalo todos los días que pueda. Como quiera.

Eso si. Si usted utiliza cualquier tipo de violencia o discriminación contra personas de un sexo que no es el suyo, le estará fallando lo básico. El respeto, la tolerancia, la solidaridad.

Si ese es el caso, usted es un hijo de mil putas. Agarre los chocolates y métaselos en el orto.
(Disculpen el epíteto)

jueves, 7 de marzo de 2013

América Latina

El fallecimiento de Hugo Chávez debería tomarse en primer lugar como la muerte de un tipo de 58 años a manos de una enfermedad terrible. En segundo lugar, como la muerte de un presidente constitucional, votado por una cómoda mayoría de su pueblo en el mes de diciembre. Y en tercer lugar como la desaparición de un líder regional que, equivocado o no, estaba comprometido con sus ideas. Algo que no muchos pueden decir.

Este será un post que, como todos los textos que analizan la historia mientras sucede, serán desprolijos y estarán errados en más de un pasaje. Por ahora, son impresiones.

Muchas cosas separan la ideología de este blog con el manejo que Chávez hizo de la política venezolana. Y en muchas otras estamos de acuerdo. Sin embargo, no vivimos en Venezuela. Los venezolanos votan, se autodeterminan. En este sentido, Beatriz Sarlo saca hoy una nota en la Nación en la que señala algo que nos parece fundamental:

" (...) en la mayoría de los países sudamericanos, la democracia no ha persuadido de que es un régimen capaz de superar los límites que le plantean la pobreza y la injusta distribución del ingreso, la violencia (que en Venezuela perduró y se agravó durante el chavismo) y la destitución en la vida cotidiana"

Los defensores de la institucionalidad suelen pasar por alto que el hambre, la pobreza, el deshaucio, ponen a las instituciones en jaque. Como alguna vez dijo Saramago, "Podemos tener todas las instituciones y partidos funcionando con unas normas establecidas, pero por detrás se estará produciendo un vaciamiento de la democracia". Ese vacío, y no la institucionalidad pulcra y enajenada, deberían ser objetivos de los líderes. Por eso, en su vida y en su muerte, Chávez es tan recordado. Los pobres no le eran indiferentes.

Lo que rescatamos de Chávez es su intención de mirar hacia América Latina por una vez en la historia del subcontinente. Un subcontinente que, en los últimos años, ha mejorado. Esto lo dice la ONU, no el Indec. La tarea de unirse con los países de Latinoamérica fue central en la idea chavista. Ojalá que esto no cambie, ni en Venezuela ni en ningún otro país.

Al cierre de este post muchos nos supondrán Chavistas encubiertos, o hipócritas oportunistas. Lo cierto es que a Venezuela le vendría bien cambiar muchas cosas. Pero esas charlas quedarán para otros días. Hoy elegimos pensar en América Latina, que después de 12 años de avances, sigue teniendo una deuda enorme con sus más necesitados. Es lo que Chávez pedía.