El jazz no es para cualquiera. Esta frase suena muy fulera, pero hay que reconocer que uno madura hasta llegar al jazz. Personalmente en la Varietè estamos en los amaneceres de este proceso de maduración, por lo que es posible que este post (y el blog todo) sean puras paparruchadas. Pero en fin.
Thelonious Monk es al jazz lo que Lancelot es a los Caballeros de la Mesa Redonda. Su disco "Brillant Corners" marcó un antes y un después en su carrera y en la música, y es uno de los discos que todo el mundo debería escuchar en algún momento. Amigo de Dizzy Gillespie, John Coltrane, Sonny Rollins (con quién formó banda en algún momento) y el Gran Miles Davies, a Thelonious sólo le faltaba tocar en el gran piano del más allá, adonde deleita a santos y pecadores desde 1982, año de su fallecimiento.
El tema que presentamos está tocado en vivo en París en 1969, con su cuarteto, que incluía en ese momento al saxofonista Charlie Rouse. Charlie la descose en esta balada preciosa, con una melodía inconfundible, mezcla de exquisitez y simpleza.
Ayer fue reggae y playa. Hoy es sillón, brandy y "Ruby, my dear".
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