jueves, 20 de diciembre de 2007

Fotos

El ruido de la señal sonora anunció el abrupto cierre de las puertas. Varios pasajeros miraban anhelantes el tren que partía. Los últimos rayos de luz de la estación, débiles, no llegaban a iluminar la penumbra del túnel.

Aprontándome para la bajada, me acerqué a la puerta y perdí mi vista en la oscuridad frenética. A medida que la estación se acercaba, imágenes de un nuevo día de trabajo amenazaban con cambiar mi humor, y llevarme al estado de letárgica resistencia que me carateriza.

Delante de mi, tres pibes se ubicaron para bajar. Tan cerca que uno estaba apoyado contra mi brazo. Dos, más grandes, miraban al vacío impacientes, como si en el andén los aguardara algo que anticipaban mucho.

Un tercero se fue a corretear por el vagón, ante la actitud fastidiada de algunos pasajeros. De repente, cuando la luz de la estación Carlos Gardel se adivinaba en las paredes, el más grande dijo "Eh, vos, vení acá que en la próxima bajamos". De inmediato, el corredor regresó a su puesto.

Bajaron a las corridas, saltando los peldaños de la escalera mecánica; no los vi más, pero mi letárgica resistencia perdió sentido.

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