Doménico Cieri Estrada, escritor mexicano, exclamaba "Cuantos pretextos fabrica el miedo!" Y tiene razón. El miedo es la mejor excusa para huir. La mejor forma de hacerse el gil, en criollo.
Uno teme, entonces fabrica contextos de no-miedo: se mueve por lugares que son conocidos, dominados, y se aleja de aquellos que le son ajenos. De ahí el miedo a lo que uno no conoce: si uno no puede dominarlo, no le queda otra que temerle.
El problema, el pequeño problema, está en que en algún momento, esos moldes de no miedo se desmoronan. Ahi uno se enfrenta a la realidad, que da miedo, da mucho miedo. No hay más verdades acolchadas, no hay más jardines con aire acondicionado. El asfalto pegajoso anticipa lo peor: no podemos vivir más encerrados en el miedo.
El miedo es como el dolor, en algún punto. Si a uno le duele el oído, significa que algo anda mal; hay que curarlo. Con el miedo pasa algo parecido. Cuando uno teme, es porque hay algo que solucionar, algo que hacer. "El que quiere hacer algo busca un miedo; el que no quiere hacer nada busca una excusa", dice un proverbio árabe.
La cosa es que sentir dolor es bueno, porque de lo contrario nos quedaríamos sordos sin darnos cuenta. La diferencia es que darnos cuenta del miedo, y de a qué le tenemos miedo, es bastante más difícil.
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