La desesperación de los matutinos porteños por la lluvia de ayer me hizo acordar a un mail que me mandó mi amigo Adrián. Él es de Villa Fiorito (sólo recordada cuando se habla de Maradona) y vive ahora en Villa Independencia, todo esto en Lomas de Zamora. Adrián es colega, y en julio pasado me mandó este mail que les trascribo a continuación. Aquí habla de Ingeniero Budge, otro barrio cercano a Fiorito, pero la realidad es compartida por muchísimas zonas de esta y otras ciudades.
Reproduzco el mail porque analizar las inundaciones con los piés secos me da vergüenza.
Dice Adrián:
"A las dos de la tarde de ayer me llegó este mensaje de texto al celular:
"Soy armando d ing Budge. Nos estamos inundando".
Armando Chávez es uno de los 4 millones que humaniza los números del déficit habitacional. El año pasado se juntó con 3700 como él, tomaron un terreno y fundaron el barrio 17 de Noviembre, desde donde escribe. Nos conocimos en marzo pasado, cuando di un curso de "Cronistas populares" en el que él escribió esta crónica:
"La calle Guaminí lentamente se cubre de agua. Y sigue lloviendo. El agua, en su recorrido hacia el canal Canadá, se despliega hacia el medio por la mugre de las zanjas que se apretuja en la entrada de las casas, como diciendo 'por acá no, este lugar es nuestro'.
Un vecino, sabiendo lo que va a pasar, intenta defender su territorio del agua intrusa. Pala en mano trata de destapar la desembocadura con el canal. La cosa es no rendirse, es una actitud ante el enemigo que tiene asegurada su victoria.
Otros vecinos hacen lo mismo con escombros, escurridores y bolsas de arena en las puertas, como queriendo ahuyentar esa masa uniforme que amenaza.
Deja de llover. Todo se aquieta. Un silencio que se puede oír se apodera del lugar. Los vecinos ya no luchan, están levantando sus cosas como pueden. El agua que hace un instante corría hacia el canal, ahora se mete por todos lados. La inundación es total. La calle es un espejo que va de vereda en vereda reflejando como una broma macabra la imagen deforme del barrio."
Solo alguien como Armando pudo haber hecho esa crónica. Porque sólo un inundado conoce la angustia de los pies mojados. En la casa del nogal desde donde se escribe esta otra nota que rememora a ese hombre de cincuenta y pico, también hubo agua. Por la vereda, los vecinos volvían de sus trabajos mojándose los muslos sin cámaras ni micrófonos.
La inundación devela la desgracia en replay de los que viven como Armando y los espejitos de colores de quienes creemos haber mejorado. ¿Por qué? Porque la sustancia no cambió. Pudimos haber comprado un terreno, una heladera, una cocina, un somier, un placard y un despensero de algarrobo. Pero la esencia es la misma: somos inundables.
Los inundables somos la mugre debajo de la alfombra nacional y popular, la desidia de los PRO y Contras, el mal endémico del que –por ser tal- ya no se habla en los medios de comunicación y nos devela lo que siempre fuimos.
Inundables. Esa es nuestra condición. La broma macabra de la que habla Armando.
El mensaje de texto que él mandó no fue un pedido de auxilio, no tenía desesperación ni urgencia. "Nos estamos inundando." Suena a desaliento, a resignación. Suena al "otra vez" del vaqueano de la tragedia. Y uno se lo puede imaginar levantando algún que otro mueble para que no lo moje el enemigo del que él habla en su crónica. Pero, ¿quién es el enemigo?
3 comentarios:
Me dió escalofríos.
Uno cree que entiende la situacion de los demás, pero de repente se da cuenta que no tiene ni la mas mínima idea.
Slds.
No tengo palabras para describir la sensación que me surgió de haber leído este post. Sólo se me acurre aplaudir fuertemente.
Un abrazo Nico. Como siempre, con cosas muy buenas para leer
Gracias, Nahuel!
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