"Los poderosos siempre lo han sabido. La reincorporación de los excluídos entrañana una reducción de sus privilegios. Por eso a los excluídos que tomaban conciencia de su exclusión se los trataba de herejes, cualesquiera fuesen sus doctrinas. En cuanto a estos, hasta tal punto los cegaba el hecho de su exclusión que realmente no tenían interés por doctrina alguna. En esto consiste la ilusión de la herejía. Cualquiera es hereje, cualquiera es ortodoxo. No importa la fe que ofrece determinado movimiento, sino la esperanza que propone. Las herejías son siempre expresión del hecho concreto de que existen excluídos. Si rascas un poco la superficie de la herejía, siempre aparecerá el leproso. Y lo único que se busca al luchar contra la herejía es asegurarse de que el leproso siga siendo tal. En cuanto a los leprosos, ¿que quieres pedirles? ¿Que sean capaces de distinguir entre lo correcto y lo incorrecto? (...) Estos son juegos para nosotros, que somos hombres de doctrina. Los simples tienen otros problemas. Y fíjate que nunca consiguen resolverlos. Por eso se convierten en herejes"
Este fragmento de la novela "El nombre de la rosa" de Umberto Eco me parece apropiadísimo para los tiempos que se viven.
El lunes lo comentamos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario