Los invito, por un minuto, a que dejen de lado sus opiniones respecto de Cristina Kirchner, Néstor Kirchner, y Mauricio Macri. Les pido en cambio que se concentren en la situación específica que describo a continuación.
El jefe de Gobierno porteño organiza la reapertura del Teatro Colón. Arma la festichola, e invita a la presidente. Hasta aquí todo perfecto.
Bien, imaginen que, cuando invita a la presidente, algún pícaro le pregunta "Y si viene con el marido, ese que te cae como el tujes, que hacés?", a lo que el jefe responde "Y, me lo voy a tener que fumar, me lo voy".
Correcto. Entonces la presidenta dice "este guasuncho a quién le ganó?" y no acepta la invitación. Y claro, con el patrón no, che.
Mi hipótesis? Macri estaba muy lejos de los festejos del Bi, porque con el tema de las escuchas ilegales y los agentes de Cipol en la jefatura, está complicadito. Y no le queda tiempo para más. Que hicieron? Intentaron ganar algo de protagonismo con el agite del Colón. Como para tratar de tirar una piedra de vuelta a Cris. Ojo, puede ser que les haya salido de orto, pero que se yo.
Ahora, esta historia no sería esta historia si no supieramos que, durante varios años, Macri y los K se propinaron golpes dialécticos por encima y por debajo del cinturón siempre que pudieron. No es que la pasaban joya y, de pronto, se pelearon en un partido de papi fútbol. Se llevan mal.
Entonces, la explicación política: es muy posible que en la velada de reinauguración esté la creme de la creme macrista, y que Cristina se lleve una andanada de críticas. Entonces mejor pasar. No?
Quedó medio desordenado. Díganme que les parece. Pero no me vengan con esa de "Dejémos de lado las diferencias". Si fuesen capaces (ambos bandos) de hacerlo, lo hubiesen hecho antes.
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