jueves, 1 de noviembre de 2007

¿La ONU funciona sólo si USA quiere?

El incidente entre Cuba y Estados Unidos vuelve a poner sobre el tapete el funcionamiento de la Organización de las Naciones Unidas en circunstancias en que el organismo debe darle “un tirón de orejas” a alguna potencia mundial. En la votación de esta semana, 184 de los 192 países representados votaron a favor de que EE.UU. levante el bloqueo que pesa sobre Cuba. Ésta es la decimoquinta vez que la ONU condena el bloqueo, que --sobra decir-- continúa y continuará.

Desde que Dwight Eisenhower cortó relaciones con Cuba a principios de los ’60, la nación caribeña no puede exportar ningún producto a los EE.UU., ni importar de ese país mercancía alguna. Esta y otras restricciones causaron a Cuba pérdidas por U$S 82 mil millones. Todo en pos de la “lucha” norteamericana contra el comunismo.

Las diferencias que hacen de Estados Unidos y Cuba en materia política están más allá de lo abarcable en esta columna. Lo cierto es que la Asamblea de la ONU apoya la posición del país caribeño, y el prepotente país del norte hace caso omiso. La cuestión que se plantea es cuál es el funcionamiento real de la ONU y, sobre todo, su capacidad para hacer que sus decisiones sean más que declamaciones en papel.

Para esto es apropiado remitirse a las circunstancias del ataque a Irak de Estados Unidos, posterior al atentado a las Torres Gemelas. “Si nosotros tenemos que lidiar solos con el problema, lo haremos", fueron las palabras del presidente Geroge Bush. Que la ONU que "demuestre que no es irrelevante" en política internacional. En los papeles, Bush sabía que la guerra no podía evitarse y no le importaba demasiado la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU, que terminó avalando una segunda propuesta conjunta de Bush y el ex primer ministro Tony Blair para Irak, apoyada por el español José María Aznar.

Ante eso, Jacques Chirac, entonces presidente de Francia e inicialmente contrario a la invasión, aseguró que no se opondría a la medida de EE.UU., pero tampoco la apoyaría. Además reclamó participación iraquí en la formación de un nuevo gobierno.

La pregunta es: ¿La ONU aprobó la definición porque USA iba a atacar con o sin ella? ¿Chirac y el primer ministro alemán Hörst Koller dieron un lacónico sí porque daba lo mismo? ¿Pueden las potencias mundiales decirle que no a los Estados Unidos sin arriesgar un conflicto?

La respuesta –al parecer-- es “no”. Y esto, repito, no tiene mucho que ver con cuán de acuerdo o en contra se esté con el gigante del norte. Simplemente, las decisiones de la ONU, las importantes, esas que en otros casos no dejan alternativa, con EE. UU. van acompañadas de un halo de ambigüedad, una especie de “si vos querés”.

La ONU no careció de autocrítica. Alicia Bárcena, subsecretaria de Administración y Gestión de ese organismo indicó que el papel de la entidad es reconocido a nivel mundial, pero lamentó que después de la guerra de Irak haya entrado en una crisis de identidad “de reputación, de escarnio público, de considerarnos burócratas muy grandes e ineficientes”.

Los acontecimientos internacionales demuestran que el funcionamiento de la Organización de Naciones debe ser, cuanto menos, revisado. De lo contrario, las decisiones aplicables a los países asociados no serán ecuánimes. Y, como dicen las abuelas, “lo justo es justo”. Aunque las potencias no quieran.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No olvidemos que la ONU tiene su sede central en New York y que la Asamblea General donde cada país tiene un voto es solo una pantomima, las decisiones de verdad se toman en el Consejo de Seguridad donde las potencias tienen representación permanente y derecho a veto. Todo esto me hace pensar que en lo que respecta a la ONU "lo justo no es justo".