Esta es una ciudad de mierda. "Que ciudad increíble, Buenos Aires" dicen mis amigos uruguayos. Si, increíble. Que subsista. Eso es increíble. Tremenda porquería de polvo de cemento y pelusa de plátanos, y de taxistas que aprendieron a defenderse de los bondis y de motos que aprendieron a defenderse de los taxis. Ciudad de posesiones, material, ostentosa.
Y la humedad! transpirar de septiembre a abril, en mangas de camisa.
Increíble.
Las bocinas. Se pusieron a pensar en las bocinas? Hace cuánto que no se ve el horizonte?
Lo increíble es que cada tanto esta pila de ladrillos logre parecerse a otro lugar. Logra, a veces, sorprendernos.
Y cada tanto la Avenida de Mayo se pone de cara al sol y se ilumina, y las sombras del ocaso esconden la basura, y el sol le pone escenografía a la Primera Junta. Y por Plaza de Mayo, en esos mediodías furiosos de luz, se huele el vacío desde las parrillas atorrantas de la city.
Y la noche.
Todos los gatos son pardos, de noche. Todos menos Buenos Aires. Como una pantera, de día se agazapa y después aparece, brillante, de noche. Aparece y te enamorás, no podés dejarla, y a la mañana encontrás, vacío, su silueta dibujada en tu colchón.
"Que ciudad increíble, Buenos Aires" dicen mis amigos uruguayos. Y tienen razón. Más de la que imaginan.
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