-
Julio,
no podemos
-
No
sólo podemos, sino que pudimos – respondió Julio, abúlico pero tenaz
-
¿A
que viene esto de repente?
-
Sepp,
tengo 86 años. Esta vez, mi retiro es cierto. No me queda demasiado, ni de
carrera ni de vida. Quiero cerrar mi ciclo con un éxito. Quiero que no queden
dudas de quién fue el mejor.
-
Podemos
pensar en mundiales de clubes, en Copas…
-
No,
no – Interrumpió Julio – Mundiales de Clubes, Copas, campeonatos locales. Esos
son méritos de los clubes. Yo necesito los 7 partidos y el Campeonato. Es así
Sepp empezó
a desesperar. Sabía las respuestas a sus objeciones antes de que Julio las
dijera. Son las mismas objeciones que él habría esgrimido. Son las mismas que
él había esgrimido, cuando los favores los pedía él.
-
Julio,
estamos ante los ojos del mundo. No podemos hacer eso
-
La Selección está bien. Va a ubicarse entre los
8 mejores sin ayuda, estimo. A partir de ahí, intervenimos.
-
¡Esos
partidos los mira todo el planeta! – levantó la voz Sepp. A Julio no le gustó.
Frunció el ceño
-
Durante
mucho tiempo descuidé el frente interno, convencido de que lo tenía bajo
control. Le dimos espacio a otros equipos, se homogeneizó el nivel regional de
las selecciones, las eliminatorias fueron más atractivas, etc. Yo manejé lo
mío, con solvencia. Nunca tuvimos drama. Todo eso repercutió bien en vos. Te
ayudó a mantener tu puesto. Mis votos te ayudaron a mantener tu puesto y te van a ayudar a volver a mantenerlo en la próxima elección– a
medida que avanzaba en su exposición, la voz de Julio se iba endureciendo.
-
No
me podés reclamar esto ahora
-
Si,
puedo. A vos, a Joao, a todos los anteriores ¿O te olvidás del 0-5 de local?
¿Del 0-1 con Camerún, cuando tanto querían que África tenga protagonistas? ¿De
Codesal? ¿De que tuve que entregar la cabeza de nuestro máximo ídolo por un
mundial que se definió por penales? ¿de Rusia y de Qatar?
-
Hay
otros intereses. El local tiene elecciones cruciales muy cerca.
-
Nosotros
también. Y te recuerdo que en nuestro caso se juega la plata del fútbol local.
-
Están
tirando gases, encerrando, matando gente. Una derrota sería catastrófica.
Tendríamos que irnos los dos
-
Seguramente
vas a encontrar la forma de zafar, como otras veces – dijo Julio, sin demasiada
convicción.
Sepp
balanceó sus posibilidades. Este hombre tenía en su poder una billetera que
podía hacerlo tambalear. Le quedaba poco tiempo, pero era suficiente. Le podía
voltear dos mundiales que ya tenían suficientes problemas. En definitiva, le
podía complicar su (tampoco demasiado larga) carrera.
Julio
pareció notar las dudas
-
Sepp,
querido, tranquilo, quedan unos meses. No tenés que definirlo ahora. Hablalo por tu
lado, yo lo veo con mi gente, y nos volvemos a reunir. Pensálo.
Julio se
levantó. Se acomodó el saco, y enfiló para la puerta. Los grandotes de negro lo
rodearon, y salió al ascensor.
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