lunes, 16 de junio de 2014

Julio (Parte I)



El hombre se bajó de un auto oscuro. Le abrieron la puerta y asomó, con un traje gris y una corbata azul con pintitas. El invierno boreal golpeaba duramente a la pintoresca ciudad europea, por lo que se acomodó las solapas y caminó hacia la puerta vidriada.

El edificio era una mezcla entre lo típico y lo moderno. Un techo de tejas a dos aguas terminaba en una especie de pecera. El hombre, viejo conocedor de las oficinas, atravesó el lobby mirando sin mirar, como hacemos todos en aquellos lugares que ya nos acostumbraron (o que ya nos aburrieron). Lo seguía un séquito de hombretones de negro, con auriculares. Subieron todos a un ascensor.

Bajaron directamente en una oficina. Con el paso lento de un hombre de 86, se dirigió hacia un escritorio detrás del cuál aguardaba su interlocutor, apenas unos años menos viejo. Los gorilas se mantuvieron a distancia.

¿Qué decir de la oficina? Clásica. Mucha madera, alfombras, tapices. Dinero, esencialmente dinero. Un ventanal enorme dominaba los jardines.

Estos dos hombres, que en público estrechaban manos, aquí en cambio sonrieron cansadamente y ocuparon sillas a ambos lados del escritorio de roble. Ambos compartían la actividad desde hacía mucho tiempo, y se conocían profundamente. Los dos habían estado sentados en esas mismas sillas muchísimas veces y habían tomado decisiones que afectaban los destinos de millones de personas como quién decide cortar el café con un poco de leche. Ser el tipo más poderoso del mundo puede, eventualmente, convertirse en una rutina.

-          Sepp – dijo el recién llegado a su anfitrión – necesito jugar los 7 partidos.
-          ¿Qué? – respondió este, en castellano pero con un fuerte acento francés
-          Lo que te digo, querido. Necesito que la Selección juegue los 7 partidos. Y que salga campeona, si podemos arreglarlo – repitió el primero, sin modificar su semblante ni su mirada lacónica.

La mirada de Sepp se volvió torva. Desde el minuto mismo en que asumió su puesto sabía que algún día iba a tener que lidiar con una situación como esta. “No firmes con la boca cheques que tu culo no puede pagar” dicen los estadounidenses. Sepp se sintió, de repente, sin fondos.

(En breve, la parte II)

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