Terminaron los debates presidenciales en los Estados Unidos. Esto marca, de alguna manera, la recta final en las elecciones norteamericanas, y deja cada vez menos espacio para que se modifiquen las tendencias. O sea, si algún Herminio quiere incendiar un cajón, es ahora.
Pero ese no es el tema que nos ocupa. En el primer debate ganó Mitt Romney, candidato republicano, y el actual presidente hizo papelones. El segundo y el tercero, realizados el martes pasado y ayer, respectivamente, los ganó Obama, aunque se intuye que esto no hará mella en el terreno ganado por el retador en el primero. La elección es muy pareja. Pero muy.
Sin embargo, este tampoco es el tema que nos concierne acá. La cosa viene por otro lado. Ayer fue el debate en el que los candidatos debían centrarse en política exterior. A ese respecto, varios analistas afirmaron que la carrera no está basada en el mundo (Washington Post y Financial Times) sino en la política interna.
Y este, amigos, es nuestro tema. Más allá de China, de Medio Oriente, o de lo que sea, a Estados Unidos le preocupa Estados Unidos. Especialmente en momentos como el actual, en que las papas queman, y la crisis aprieta.
No creo que ningún candidato a presidente (ni en USA ni en ningún lado) vaya a ganar muchos votos por su política externa en un país con poco crecimiento y mucha desocupación. Obama y Mitt Romney, a diferencia de lo que ellos pretenden, no defienden dos modos distintos de manejar a la economía más grande del mundo. Ambos tienen los mismos objetivos, y les importan las mismas cosas, y se cagan en las mismas cosas, en líneas generales. La única diferencia es como dicen que van a hacerlo. Pero sus objetivos no cambian.
Esto suena lógico. Pero hay que recordar que muchos de los objetivos de los EE.UU. se llevan a las trompadas con lo que es bueno para el resto del mundo. Ahi, Obama y Romney tampoco difieren demasiado.
Ni Romney ni Obama hablaron mucho de China, por ejemplo. Un tema que económicamente les quita el sueño, porque los chinos están fabricando los chiches tecnológicos a los que son tan adeptos, pasó sin embargo desapercibido en política exterior. Ni que hablar de Europa. Menos que menos, América Latina.
No es anormal, suponemos, que un país en crisis mire para adentro. Ha pasado en crisis anteriores, y volverá a suceder en las futuras. Solamente remarcamos ese dato: a Estados Unidos, el mundo le importa un bledo.
Preferimos a Obama, claro. No es que nos enloquezca, pero nos da la impresión de que puede ser mejor que cualquier republicano. Desafortunadamente, aunque esta elección puede modificar el futuro del mundo, solo votan ellos. Este, parece, tampoco es nuestro problema.
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