"No es lo que no sabes lo que te causa problemas, es lo que sabes con certeza y no es así."
Mark Twain
"No vamos a dejar que nuestra campaña sea dictada por los chequeadores de datos". La frase pertenece a Neil Newhouse, un encuestador que trabaja con el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Mitt Romney. Newhouse se refiere a una intensa moda en el periodismo norteamericano, en la que muchas publicaciones tienen un equipo de "chequeadores" (Fact-Checkers) que analizan las cosas que los personajes dicen en público, y les asignan un nivel de verdad (o de frutes).
La nota linkeada arriba (en inglés) muestra que, a pesar del crecimiento de los chequeadores en publicaciones de diversa magnitud, desde el Washington Post hasta pequeños sitios web, las mentiras y exageraciones siguen existiendo.
Esta nota del New York Times (inglés) lo resume. "No les importa (mentir) porque consigue votos", dice Brooks Jackson, director de FactCheck.org, un proyecto de la Universidad de Pensilvania. Muchas veces la cantidad de declaraciones es tal que es imposible chequearlas todas. Además, las redes sociales, los blogs y el resto de las herramientas virtuales hacen, al mismo tiempo, más sencilla la existencia de sitios de chequeo de datos, y también la creación de sitios partidarios que lanzan consignas como si fuesen ciertas. Brendan Nyhan, profesor del Dartmouth College, aclara, en la nota linkeada, que el calificativo de "chequeo de datos" puede ser agregado a cualquier comentario de cualquier clase. En definitiva, quién chequea al chequeo.
Y acá vamos a un dato interesante. Traduzco textual del NYT: "La confianza en los viejos árbitros, los medios masivos, cayó precipitadamente en décadas recientes: el porcentaje de norteamericanos que confía en que los diarios, la TV y la radio reportan las noticias acertadamente y con justicia cayó al 43% en 2012, desde el 72% en 1976, de acuerdo a una encuesta de Gallup."
O sea: los políticos hablan. Quienes simpatizan con ellos, les creen. Quienes no, creen que mienten ¿Quiénes podrían dirimir eso? Los medios. Pero a los medios tampoco les cree nadie. Surgen, claro, una serie de preguntas ¿Los medios están para dirimir eso? ¿Es esa la función? Volveremos a ello luego.
Por otro lado, ante esta evidencia, no sorprende que sea cada vez más difícil tener una charla de política. En tanto existan bandos en lugar de opiniones, seguirá siendo complicado. Y esto tampoco implica conceder cosas con las que no se está de acuerdo. Es válido que una discusión termine con dos personas pensando que la otra está equivocada, y que eso no implique peleas a muerte (obvio, uno tiende a ser amigo de quienes piensan como uno en cuestiones básicas, pero ese es otro tema).
Lo más preocupante no es eso. Lo más preocupante es que, a esta altura, no importa que es cierto y que no. Eso es gravísimo.
Hasta hace un tiempo se hacía difícil comprender los episodios en toda su magnitud; en parte por la multiplicación de voces, en parte por el cambio de lenguaje que implicó la virtualidad, creemos nosotros. Pero ahora ya ni calienta.
Y con esto introduzco lo siguiente: ¿cuántos diarios argentinos tienen una sección de chequeo? Si me apuran, ninguno. Sólo La Nación levanta datos del sitio Chequeado.com, un sitio muy bueno que recomiendo fervientemente. Arriesgo: a los diarios tampoco les calienta. Por eso no chequean. Porque a nadie le importa, entonces no es vital para la venta de publicidad.
Entonces, la multiplicación del acceso a la información obliga a incorporar mejores herramientas en la aprehensión de esos datos. Sino, el volumen es perjudicial en lugar de beneficioso. También es necesario bancarse el disenso. La democracia no es sinónimo de consenso, sino de mayorías. Y respetar las mayorías es un signo de madurez institucional y democrática.
"Tenemos los políticos que nos merecemos" dicen los veteranos. Sucede lo mismo con los medios. Mientras predicar para los conversos sea negocio, al menos.
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