Joaquín Morales Solá escribe hoy en La Nación respecto del triunfo en Catamarca por parte del kirchnerismo.
Advierte, ya desde el título, de la "obligación moral" que tiene la oposición de generar una alternativa política distinta a lo que, a su entender, son "la escasa vocación democrática del kirchnerismo" y "la expresión de un modo feudal de conducir una provincia pobre" por parte del gobernador saliente Brizuela del Moral, radical él.
Ante esto, una serie de cosas: coincido con que el kirchnerismo tiene un modo de conducción que es, a mi gusto, excesivamente centralizado. Las decisiones finales se toman desde una mesa chica, sin demasiada participación del resto. Personalmente creo que ese es el modo en que la clase política argentina decide: con su mesa chica, sea esta competente para tomar dicha medida o no. Si no, recuerden el Grupo Sushi de De La Rúa, por poner un ejemplo. En ese sentido, no hubo demasiado cambio desde el kirchnerismo.
Con lo que no estoy de acuerdo es, precisamente, con esto que Morales Solá advierte. La oposición tiene EXACTAMENTE LOS MISMOS OBJETIVOS que el kirchnerismo en cuanto a manejo de poder.
Morales Solá intenta separar a Carrió, a Macri y a otros dirigentes opositores cuando señala que ellos llamaron a "mirar a Catamarca como un ejemplo de lo que la oposición no debería seguir haciendo en los próximos meses". Sin embargo, basta recordar los 77 vetos a leyes de Macri, las intervenciones incesantes de Carrió en su partido, y sucesivos etcéteras, para saber que se trata de palabras de cocodrilo.
El cambio que pueda traer una fuerza política que no sea el kirchnerismo segurá siendo personalizado, porque de un tiempo a esta parte la Argentina elije personas, héroes, no partidos ni ideas. Y los dirigentes políticos ven esta tendencia con buenos ojos, porque los pone en una situación de protagonismo que les fascina.
Entonces, las obligaciones morales de la oposición, por mucho que las desee Malvárez Tejar, son otras. Y punto.
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