miércoles, 15 de diciembre de 2010

Esperar


Las maderas podridas de los barcos viejos siguen ahí. La seda, los jazmines, la pretendida pureza que intenta ocultarlas no las esconde y, en cambio, hace más incierto el dolor.

El agua marrón todavía lame el viejo cemento sobre el cual todos se levantan. Los hierros olvidados de buques, antes briosos, roen hoy el agua a la luz de infinitos rascacielos.

El cielo no vive en esta ciudad. Ese cielo que alguna vez vimos, de pendejos, en la ventana de la pieza, se fue. Dejó en su lugar un cadaver celeste, un cuerpo maquillado en un cajón de edificios.

Las almas de los marinos también duelen en esta ciudad. Los que alguna vez rompieron sus naves en la costa hoy vigilan atentos la derrota de unas personas demasiado anestesiadas para vivir. Inconcientes del destino que las acecha, que espera.

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1 comentario:

Una Resaca Cualquiera dijo...

Fiel reflejo de muchas de las sociedades de hoy en día. En algun momento volveremos a nuestros origenes.