No pasaron ni 24 horas, y sobre la marcha de #NiUnaMenos se ha dicho y escrito ya mucho. Tanto que es casi un hecho: estas impresiones que desparramo a continuación posiblemente no sean dignas. Pero las tiro igual, porque haber participado me enorgullece, pero con ese orgullo que a la vez ensancha y achica; la perspectiva de millones de personas en todo el país cinchando por lo mismo lo ponen a uno contento de estar, de sentirse tan chico y tan grande.
- Enorme, emocionante, caliente, festiva, masiva, estridente, musical, deslumbrante. Algunos adjetivos que le caben a la movilización de ayer. Un cuadrado formado por Independencia, Córdoba, 9 de Julio y casi diría Jujuy/Pueyrredón se vio sacudido por miles de personas caminando, tomando mate, cantando, compartiendo, aplaudiendo, llorando. Me bajé del bondi en Entre Ríos y caminé hasta la plaza por la calle con Ceci, mi pareja (que importante la palabra "pareja" en este contexto). Banderas, móviles de tv, globos, luces, choripanes (compartimos uno, claro). Y carteles. Miles de carteles con la consigna #NiUnaMenos.
- Un tema transversal. Todos estamos preocupados. Y todos tenemos (algunas) culpas. Pero ojo: la lucha contra el femicidio es definitivamente política, e ideológica. Nada peor que desideologizarla.
- Los oradores muy bien. Pero me golpeó especialmente Erica Rivas. "Hola, soy Erica Rivas", arrancó. A partir de ahi, un discurso que, por leído, no perdió emotividad. Todo lo contrario, en varios pasajes suyos y de sus compañeros (Maitena y Juan Minujín) pareció, a la distancia, visiblemente emocionada.
- Rescato una reflexión de mi amigo Roly Villani, que me parece importantísima:
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