domingo, 18 de octubre de 2009

Puede pasar

Algunas cosas se poseen cuando se pagan. Sobre todo en estos días, comprar parece casi una actividad parasimpática más: respirar, digerir, comprar. Pero este sería otro post.
Lo que digo es que algunas cosas se tienen, pero no pueden comprarse. Seguimos, claro, en el terreno de lo obvio (un terreno de nuestros favoritos en la Varietè). Compras botines, pero no talento. Comprás CDs, pero no música. Hay mucho que todavía escapa a esa lógica nefasta de comprar=tener.
Lo mismo pasa con la casa. Uno puede comprar una casa (o alquilarla) pero no podés comprar un hogar. No podés comprar un refugio. La perfumería no vende "escencia del lugar al que querés volver cuando la pasaste como el orto afuera". Y las almohadas no vienen hechas de "paño de lágrimas"; el primer llanto las habilita a tal fin.
Todo eso se construye. Un día, más o menos tiempo después de que un lugar es tu domicilio. Llegás un domingo y te das cuenta de que vas a pasar el resto de la tarde solo. Que probablemente te acompañe la TV. Que vas a ver las películas que repite el cable. Ordenarás algo de ropa, te tomarás un vino, cenarás la pizza que aguarda desde el sábado a la noche.

Y vas a ser feliz.

Y lo más loco es que vas a sentir que hiciste muy poco para serlo. Que pasó casi sin darte cuenta. Como casi todas las cosas que suceden a pesar nuestro.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué lindo escribis!
Mucha sensibilidad la que hay en este post... really, me emocionó un poquito.

beso!

Pil.