Todos los 7 de junio de un tiempo a esta parte les recuerdo que hace 4 años un amigo (seguramente si me lee estará diciendo "Amigo, bueh...") escribió una nota para el día del periodista que quizás él no recuerde, pero yo guardo y reproduzco. La nota es esta. Mi amigo se llama Luis Faraoni.
No es falta de material, precisamente. Podríamos hablar de Sarlo y 678, podríamos hablar de que la Argentina es el país con más señales de noticias en América Latina, podríamos hablar de las condiciones laborales paupérrimas de los periodistas de todas las corrientes, en casi todos los medios, con cualquier bandera. Podríamos criticar a sindicatos colaboracionistas y a operadores de cuarta que indignifican a la profesión. Podríamos hablar del advenimiento de las redes sociales y de cómo Facebook, Twitter y demás chiches serán, o mejor dicho ya son, parte importante de nuestras fuentes de (esclavo) laburo. Podríamos hablar de grandes periodistas olvidados, una especie de buey perdido pero del palo.
Y sin embargo, lo que dice Luis es, creo clave (y si me está leyendo, seguramente dirá "Obvio", y se reirá socarronamente).
Y como lo que está claro no debe aclararse, simplemente vuelvo a invitarlos a que lean. Y no les digo Feliz Día, que nuestro día debería ser otro.
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