miércoles, 27 de febrero de 2008

Fotos

El subte, otra vez, explotaba de gente. Los asientos llenos de gerentes, empleados, trabajadores, estudiantes y tantos más con los seños fruncidos, los ojos cansados y el semblante perdido. El calor se apoderaba de todos, y cualquier pequeño e inevitable roce era considerado una potencial afrenta.

La madre sostenía a su chico en brazos. El nene (estimo que era un nene) no parecía entender nada de lo que sucedía. En realidad, cualquiera que se pusiera a pensar dos minutos tampoco iba a entender. Su mamá charlaba animadamente con otra mujer, que viajaba parada.

En una parada subió una mujer. Era joven, tendría tal vez unos 25/30 años. Enseguida dirigió su mirada hacia el niño, y sonrió. El nene seguía sin entender demasiado; simplemente se dedicaba a observar, atónito, el recorrido.

Cuando la mujer bajó del subte, saludó al niño, que seguía sentadito, sin pestañar casi, y dijo "Que Dios lo bendiga", mirando a la madre.

A cualquiera de los que viajamos en subte nos va a costar salir de la sorpresa, ¿no?

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