Como siempre aclaramos, la Varietè de ninguna manera se propone agotar el tema que hoy nos convoca. Somos un blog, no la Enciclopedia Británica.
Precisamente nos convoca la autocrítica. Motivan la elección dos sucesos, principalmente.
El primero es el partido por la final de la Copa Argentina, que ganó Boca sobre Rosario Central, y en el que el árbitro, Diego Ceballos, cobró penal a favor de Boca por una falta que un defensor de Central realizó fuera del área. Para quienes no saben de fútbol, esta es una de las guarangadas más grandes que puede cometer un árbitro, con el agravante de que Ceballos estaba bien ubicado y la falta fue por lo menos un metro afuera del área.
No vamos a hablar de otras jugadas polémicas, que las hubo. Tampoco de la autocrítica del árbitro, que admitió que se equivocó, y que fue echado de su laburo.
Vamos a hablar de la autocrítica de los hinchas. Nosotros.
Muchos hinchas de Boca reconocieron que el triunfo quedó manchado. Ganar un trofeo envuelto en tanta polémica, en un país de suspicaces selectivos, es una cagada. Muchos terminaron con sabor agridulce, porque consideraban que Boca había sido el mejor de la temporada (coincidimos) y que merecía demostrarlo por las buenas. Y no estamos hablando de simpatizantes, sino de hinchas hinchas, que sin embargo se permitieron espacio para criticar.
Ahora, muchísimos, demasiados, hinchas de Boca, adoptaron posiciones al menos preocupantes. Muchos recordaron todas las veces en las que un árbitro le jugó una mala pasada a Boca, desde el inicio del amateurismo. Muchos recordaron particularmente los hechos recientes en los partidos eliminatorios de copas internacionales que enfrentaron al xeneize con su archirrrrrrrival River, que a ojos de Boca fueron una injusticia total. Muchos cargaron contra los jugadores e hinchas de Central.
Inclusive algunos ensayaron disculpas al árbitro, y vieron penales hasta que las repeticiones, bien entrado el lunes, los obligaron a retractarse. Otros ensayaron una especie de ninguneada: "LTA".
Como este evento, puedo mencionar al menos uno en los últimos 18 meses que avergüence a cada uno de los equipos "grandes" de Primera División. Quiero decir, no cargamos contra Boca, que además verdaderamente fue un gran equipo en toda la temporada.
Me da la impresión de que muchos de los que integran este segundo grupo entienden que reconocer las circunstancias anómalas en las que ganaron un torneo implica de alguna manera negar y desmerecer lo que se consiguió. Pasó algo similar con los jugadores de Boca, que con excepciones honrosas, decidieron esta vez no hablar del árbitro, defenderlo, o negar. "Nadie quiere ganar una Copa así", y sin embargo la Copa pasará a las vitrinas de Boca, como todas las demás que ganó el club de la ribera, aún aquellas en buena ley, que son una amplia mayoría.
Cortamos este primer punto, y pasamos al segundo
La autocrítica en la política. El candidato a presidente del FPV, Daniel Scioli, aseguró que, entre sus condiciones destacables, está la capacidad de hacer autocrítica. Esto responde al reclamo de un sector que sostiene que el gobierno actual carece de tal capacidad (no estamos diciendo si coincidimos o no. Estamos señalando una tendencia).
Su contrincante, Mauricio Macri, no tuvo la necesidad de hacer semejante aclaración. (Otra vez, no decimos si esto está bien o mal, simplemente entendemos que, por algún motivo, el mismo sector que pide autocrítica de un lado no lo cree necesario del otro).
Ahora bien, otra vez, sobran ejemplos. Utilizamos éste por ser el que está más vigente.
Más allá de la tendencia que señalamos, creemos que la autocrítica es una de esas cosas que, como "el cambio", todos piden, hasta que sucede. Y esto es así porque, al igual que con el cambio, no todo el mundo comprende bien lo que significa, lo que implica la autocrítica.
Declamar capacidades autocríticas es relativamente sencillo. Pruébelo en su casa. Mirese al espejo y diga "yo tengo autocrítica".
Muy distinto es analizar lo que uno hace, ver en qué se equivocó, e intentar cambiar.
"Tenían razón. Nos mandamos un moco. Prometemos solucionarlo". Ojalá vivamos para ver que esa frase sea habitual en políticos. Por el momento, no creemos que prenda demasiado. (Ojo, que esto sucede a escala casi global, no es un invento argentino).
Y acá unimos puntos. El político no reconoce errores por el mismo motivo por el que el hincha dice haber visto penal en una jugada fuera del área. Porque supone que eso desmerece el resto de su gestión.
Y principalmente porque, tanto que nos gusta la autocrítica, todos los demás estamos esperando que alguien reconozca su error para sacudirle precisamente ahi. Todos con el salero en la mano, esperando que los demás muestren sus heridas.
No somos de citar las santas escrituras, pero la verdad, muchachos, el que esté libre de pecado que tire el primer redoblante. Una frase que significa, no que todos somos culpables, sino que no hay que escupir para arriba. Y además, una vez entendido esto, uno deja de concentrarse en pequeñeces, y pasa a leer las cosas de un modo más general, más colectivo, más conciente.
Si vamos a andar buscando las cagadas que se mandó el otro, las vamos a encontrar. Siempre. Y vamos a seguir dando vueltas en círculos. Entonces redoblantes, gases pimienta, penales fuera del área nos tienen empantanados. Y gobiernos sin autocrítica sucedidos por gobiernos sin autocrítica, porque con autocrítica no se ganan elecciones, y el laburo de los políticos (acá lo decimos siempre) es GANAR ELECCIONES.
Si premiamos la autocrítica, y la consiguiente acción para modificar el error, de a poco todos van a dejar de tirar piedras. Y los hinchas, en vez de vitorear al pillo que se tira, van a aplaudir al que, sabiendo que el penal es injusto, lo patea afuera.
PD: ¿Utópico? ¿Naif? ¿Irreal? No lo sé, puede ser. Pero ¿no vale la pena pensarlo?